• La arquitectura del nuevo sistema operativo de Huawei puede tener grandes implicancias para el futuro del ecosistema digital.
“El código es ley”. Esta afirmación de Lawrence Lessig es la que mejor puede ejemplificar los alcances del veto de Google a Huawei, después de que Donald Trump iniciara una verdadera guerra comercial con China.
Para entender los alcances que tiene el hecho de Google anunciara que no colaborará más con Huawei y que no le dará acceso a su sistema operativo Android, es necesario que expliquemos la ya clásica sentencia de Lessig.
En el mundo real, explica este académico estadounidense, la ley define las acciones que no podemos cometer, como robar o cometer un asesinato. Cada persona tiene la libertad para decidir qué va a realizar, sin perjuicio de que pueda recibir una sanción cuando hace algo que va en contra de la ley. Es lo que popularmente se conoce como el libre albedrío.
Sin embargo, en el mundo digital el libre albedrío no existe según Lessig, ya que nosotros solo podemos hacer lo que el código (software) nos permite realizar. Y lo que no aparece dentro del código, no lo podemos hacer.
Podemos reenviar un mensaje de Whatsapp a 20 personas solo porque el programa informático lo permite. Si el día de mañana la aplicación se actualiza y desactiva esa función, no lo podremos volver a realizar.
En el mundo digital el código es mucho más que una ley, porque define qué cosas podemos hacer y cuáles no. Y el punto central de este tema es que el mercado de los sistemas operativos constituye el monopolio más grande a nivel mundial.
En la práctica el 99,9% de los teléfonos inteligentes de todo el mundo utilizan dos sistemas operativos: OSX de Apple y Android de Google. Cabe recordar que por ser programas informáticos de carácter propietario, su código fuente es secreto. Eso significa que solo Apple y Google conocen el kernel que permite hacerle modificaciones al programa y conocer su funcionamiento interno.
Este último punto es importante porque los sistemas operativos son totalmente opacos. Sólo las empresas propietarias de estos sistemas operativos tienen la capacidad para comprender cada una de las funciones que tienen.
Cabe recordar que según las denuncias de Edward Snowden, la NSA (National Security Agency) de los Estados Unidos utilizó puertas traseras de los sistemas operativos de los teléfonos celulares para espiar a dignatarios extranjeros como Angela Merkel y a los propios ciudadanos estadounidenses.
La posibilidad de que los sistemas operativos de teléfonos celulares y computadores tengan puertas traseras que permitan espiar a los usuarios es algo más que posible debido a la opacidad de los sistemas operativos. Es algo que depende de la ética de los programadores y que es técnicamente posible de realizar sin que ningún software de seguridad anexo lo pueda detectar.
Y como el código es más que la ley, Google puede dejar a Huawei fuera de su sistema operativo en sus futuras versiones o actualizaciones. La alternativa lógica de que esta empresa lance al mercado su propio sistema operativo tiene un pequeño gran inconveniente: Todas las aplicaciones (apps) tienen que ser creadas a partir del kit de desarrollo del sistema operativo y solo pueden ser distribuidas a partir de la tienda oficial.
Eso significa que Apple y Google tienen total control del mercado de las aplicaciones. Todas están realizadas con su código y sólo pueden ser distribuidas si cuentan con su aprobación. En este momento, Huawei no solo tendría que hacer su propio sistema operativo, sino que también las aplicaciones.
Tendría que persuadir a gigantes estadounidenses del mundo de las redes sociales como Facebook, Twitter y Amazon, para que hagan versiones de sus aplicaciones para el sistema operativo de Huawei a pesar del veto de la administración Trump. De hecho, Google ya anunció que no le daría acceso a sus aplicaciones como Gmail, Google Maps y Youtube.
Lo que hay detrás del veto de Google a Huawei es más que una lucha por el control del código. Es una lucha de poder por el control del ecosistema digital y que alguna manera demuestra que la empresa china había alcanzado un sitial que le permitía convertirse en un rival de temer dentro del mercado. Hay que entender que esta es una guerra por el control del mundo digital y que podría marcar el futuro.
Si Huawei sigue el esquema propietario, con código cerrado y tienda de apps, lo más probable es que caigan sus ventas tenga que conformarse con el nada despreciable mercado chino. De optar por un esquema de código abierto, en el cual exista libertad para desarrollar aplicaciones, podría convertirse en una alternativa real al duopolio orquestado por Apple y Google. Programadores de todo el mundo quedarían liberados del control que ambas empresas ejercen sobre las aplicaciones que ellos realizan. Para instalar una app no sería necesario hacerlo desde la tienda oficial y los usuarios podrían descargarlas desde cualquier sitio web. Solo habrá que esperar para ver cómo se desarrolla el próximo capítulo de esta guerra por el control del mundo digital.
Dr. Oscar Jaramillo Castro
Académico Investigador
Carrera de Periodismo
Universidad Finis Terrae